Wednesday, October 18, 2006

La entrega

Pie forzado nº4: Leer el cuento "En el viaje de novios" del libro Cuando fui mortal de Javier Marías (Edit. Alfaguara, 1996) y narrar el cuento según los ojos de la mujer que está abajo del balcón.

La entrega

Llegué a la esquina acordada a la hora que se me dijo. Seis de la tarde en punto. Sabía que era un error, pero se me había prometido buena paga si hacía lo que se me había dicho. ¡Y solo Dios sabe la falta que me hacía ese dinero! Iba vestida como me lo habían ordenado. ¿A quien se le ocurre que puede ser buena idea esta ropa tan apretada y estos zapatos que me empiezan a molestar? Hombres. Hace calor y este bolso pesa mas que un muerto… ¿Y si eso fuera lo que hay adentro?. Casi se me cae el bolso de la impresión. No, no puede ser – me digo- el bolso es grande, pero nunca tanto.
Seis de la tarde, diecinueve minutos. Cambio el bolso de hombro. ¿Dónde está mi contacto? Estos zapatos me aprietan. Trato de calmar el dolor, masajeado un tobillo con el otro. No resulta. Es mas, en el intento, casi me caigo. Hay mucha gente (demasiada) que camina a tropezones. Trato de esquivarlos. No siempre resulta. ¿Dónde está mi contacto?
Seis de la tarde, treinta y un minutos. Se me empiezan a acalambrar los dedos, así que decido caminar un poco. Agarro el famoso bolso con fuerza. Lo único que me falta es que me lo roben… o se me caiga. ¿Habrá algo frágil adentro?
Tengo ganas de mirar que hay dentro del bolso, pero es muy grande y pesado. Además hay mucha gente a mi alrededor y alguien podría estar espiando.
Seis de la tarde, cuarenta y siete minutos. Hace calor, los tacos me aprietan al igual que la falda que insiste en meterse donde no debe. Al parecer mi contacto no conoce la puntualidad ni por diccionario. ¿Dónde está?
Seis de la tarde, cincuenta minutos. Esto ya no me gusta nada. ¿Y si se trata de una emboscada? Mejor dejo el bolso en la esquina y me voy. Mala idea, con lo paranoicos que están todos con los atentados, capaz que alguien se ponga a gritar y la policía venga a investigar.
Siete de la tarde, tres minutos. ¿Cuánto rato llevo acá? Me quiero ir a mi casa… o a cualquier lugar menos este. Estoy cansada y no dejo de pensar que fue un error aceptar. Busco entre la gente mi contacto, pero nadie en la multitud parece reconocerme. Se está haciendo de noche y la gente empieza a disminuir.
De repente, mientras miro el cielo como si ahí estuviera la solución a todos mis problemas, lo veo. Está asomado en el balcón del hotel de enfrente. Tiene que ser él. La descripción que me dieron del contacto eran bastante vagas: hombre, treinta y tantos, moreno, camisa blanca, jeans. El concuerda con la descripción. ¿Será? ¿Cuánto rato llevará ahí?
Me mira, me contempla y no da señal de reconocerme. ¿Qué hace ahí? Nos teníamos que encontrar en la esquina. Lo vuelvo a mirar para estar segura de que es él. El bolso pesa demasiado. Seguro que es él, debe serlo, tiene que serlo. Sino ¿Quién mas?.
Empiezo a cruzar la calle para verlo mejor. El me sigue mirando. ¿Por qué no me hace señas? A lo mejor no me ve bien. Le hago señas con la mano para que me vea y baje. Nada. Le grito, pero está muy lejos para escucharme. Él pone cara de sorpresa, pero no hace nada más. ¿Qué espera para bajar? ¿Una tarjeta de invitación? El plan era simple: encontrarnos en la esquina, yo le entregaba el bolso misterioso y él me entregaba mi comisión por el traslado. ¿Por qué no había seguido el plan original?
Me acerco cada vez más. “¿Qué haces ahí?” le grito mientras camino por la explanada de adoquines hasta el balcón. Uno de los zapatos se queda enganchado en los adoquines y me caigo. No fue una caída digna, fue aparatosa, sobre todo por mis intentos de proteger el bolso. Él me mira divertido, lo que me enfurece aún más. Claramente está disfrutando el espectáculo que estoy dando.
-¿Por qué no me avisaste del cambio de lugar? ¿No ves que llevo más de una hora esperándote?- Él sigue mirándome como si no le hablara a él. -¿No me has visto? ¿Por qué no me has dicho nada? Espérame ahí que ahora subo-. Él entra al dormitorio.
Entro al hotel y me acerco al ascensor. Al fin esta tortura va a terminar. Ultima vez que hago esto.

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